Bajo tierra

Por Viridiana Nárud

He tenido días para pensar y he pensado mucho en ti. ¿En dónde y cuándo nos perdimos? Hablo contigo y me digo: No todo fue tan malo. Como siempre, te imagino ignorándome y yo haciendo preguntas que nunca tienen respuestas. Por eso escribo, para encontrar lo que nunca he encontrado.
Te he escrito una obra. Fue sin querer. Mi vida pareciera que ha sido producto de múltiples accidentes que siempre me llevan al teatro. En un principio creí que hablaba de él, pero no es así. Hablo de ti. El gran protagonista de esta obra es tu silencio.

Lo que me parece increíble de la escritura casi automática que tiene como raíces el inconsciente, es lo perturbador que puede resultar, no para el público, sino para el propio escritor. Sin saber por qué, comencé a decir que era la obra más personal que había escrito. La gente convocada se sintió un poco perturbada por lo “personal” de la obra. Yo no. Hasta hace pocos días.

Comencé a sentir sobre mis hombros un peso que siempre he cargado, pero era incapaz de siquiera sospechar que era a ti a quien cargaba. Desde que comencé este oficio me dije a mí misma que tendría que ser la mejor. No con el lector o el público ni siquiera tratar de superar a mis colegas. Sólo quería ser lo mejor conmigo misma. Fue lo único bueno que me inculcaste.
En un fragmento de la obra el personaje pregunta: ¿Por qué nadie te enseñó a dar abrazos de padre? Una de las productoras sugirió que en ese momento el personaje femenino, que no tiene nombre, debe buscar a uno de los espectadores, sentarse en sus piernas y buscar un abrazo. No fue hasta apenas unos días que comprendí que yo me encontraba como ese personaje. Buscando un abrazo de padre.

Te he buscado mucho. Demasiado creo. Tengo miedo que cualquier hombre de quien me pueda enamorar se parezca a ti. Así que ante cualquier síntoma de afinidad contigo me voy. Pero algo curioso pasó en mi vida. Conocí a alguien que se parece mucho a ti físicamente. Incluso, se dedica a lo mismo que tú cuando eras joven. Acepto que no tiene tu fuerza física. Es débil. También siempre guarda silencio cuando necesito que hable.
No todo fue tan malo, me digo. Contigo conocí al “Che” Guevara y los ideales de la revolución mexicana. Ideales, que por cierto, se encuentran muertos. He tratado de personificar aquello que ni siquiera tú fuiste capaz de hacer. Me preocupa no poder hacer todo aquello que dejaste en tu lista de sueños. Ahora que comienzo mi vida de mujer adulta comprendo que éstos no pertenecen a la realidad. Sin embargo, yo me aferro a ser una mujer honesta y con principios inquebrantables. Aun sabiendo que nadie juega ese juego.  

No sé por qué te extraño. Te has perdido tan cosas de mí y yo de ti que no sé quién eres ni quién fuiste. No creo quererte, pero te extraño. ¿Dónde nos perdimos? 



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