El infierno de Onetti

Por Viridiana Nárud

La maldad tiene un sello característico: la seducción. Para que esta palabra cobre significado, tendría que estar inmersa dentro de los constructos sociales y creer que existe lo “bueno” aquello que es justo. Sin embargo, hay algo que se pierde con los años y es la moralidad. Mientras leo a Onetti, una terrible fascinación hacia el sin sentido, a la falta de significado me arrastra, es la belleza de la escritura la que te permite soporta esa vida miserable de los personajes.

En el universo Onettiano los personajes son maduros, desprovistos de voluntad, belleza o encanto, son irreflexivos, frustrados, anhelando el mismo sueño de juventud, quimera imposible de perseguir con un cuerpo cansado, lo que provoca nuestra compasión por ellos. Representan el fracaso humano que es lo que en mayor parte habita el mundo. La edad ha aniquilado toda esperanza. El sexo desprovisto de del orgasmo, se convierte en un acto adorno de la borrachera. Beber para que el sin sentido de la vida tenga efecto de mareo.

Onetti describe atmósferas llenas de humo de tabaco, de alientos rancios por el whiskey, del mareo. Sus personajes se encuentran derrotados antes de haberlo intentando. Personajes adultos desprovistos de todo encanto, rancios por la edad. Y es que su infierno es muy parecido al de la vida real. Las personas se dan por derrotadas antes de intentarlo, su juventud se incrusta en los cuerpo viejos y rancios que deja la edad, como si sólo se pudiera tener un sueño.

Tratar de no caer en el sin sentido de Onetti es la meta de su lectura. Poco a poco voy abriendo los ojos de lo que la edad nos deja. He crecido con él, con su Astillero, con Punta cadáveres, con su Santa María y Brausen, todos ellos se pueden encontrar en esta ciudad de asfalto, aunque no se encuentre el río platense que describe en sus novelas.

Mientras lo leo recuerdo a José Luis embriagado de whiskey, cayendo por la escalera de su casa, su soberbia, el creer que un borracho con talento no puede morir joven, porque su héroe como Onetti, murió hasta ser viejo. Las rupturas de la Vida Breve, que rasgan el alma del lector, que lo conducen a una realidad oscura que pocas veces se quiere ver, el mareo de su novela, el alcohol en la atmósfera, embriagan. La resaca que provoca la realidad causa asco, pero uno no puede dejar de verla, regresa a Onetti, sin pedir amparo.

Onetti ha descendido al infierno del alma humana y no tuvo que hacerlo como Dante lo hizo con Virgilio, en donde demonios, personas condenadas por sus pecados, se devoran a sí mismos. El infierno de Onetti es la desesperanza humana, la liviandad del sin sentido, la falta de objetivos. Sus personajes desencarnados de toda mitología e idea de lo trascendental, demasiado humanos para una ficción. 



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