Bocanada

Por Viridiana Nárud

Los únicos momentos de paz que conocí en mi infancia se encuentran relacionados con la naturaleza, fuera del hogar. La imagen se detiene en el tiempo: mi perra y yo tendidas en el pasto, el jardín lleno de tejocotes verdes y un ciruelo, de él probé los frutos más ricos. Miro el cielo azul claro y sus formas. Cuando siento angustia y miedo regreso a ese jardín. La picazón en la piel desnuda ocasionada por el contacto con el pasto, mi perra recostada en mi estómago. El aire frío de la montaña toca mi cuerpo y mi ropa se moja con la humedad de la tierra.

Me pregunto si la gente como tú conoce de angustia y miedo. Te observo siempre en silencio. Cuando hablas con tus amigos, cuando piensas y fumas en el jardín de tu casa. La bocanada de humo saliendo de tu boca y tu mirada extraviada. ¿Qué callas? Cuando me descubres observándote sonríes y te alejas. Yo te sigo con la mirada y recorro cada paso que das. Quiero leer tu cuerpo, lo que no dices.

Cuando hablas, pones tu cuerpo de lado y cubres con la mano izquierda tu boca. ¿De qué te proteges? Muestras tanta seguridad. Tu imagen de perfecto adonis se quiebra en el primer contacto. Te vuelves indiferente y haces alarde de tu seguridad y tu imagen fabricada. ¿Dónde estás? ¿Quién eres? ¿Le tienes miedo a la oscuridad?

De niña tenía miedo de la oscuridad, tremenda crueldad para quien sufre de insomnio. Escuchaba los ruidos de la noche y mi corazón latía con tanta fuerza que creía que moriría antes del amanecer. Por una razón absurda imaginaba que un demonio aparecería de la nada reflejado en algún ventanal. De esa casa, la única que llamo hogar, recuerdo sus ventanales gigantes y cómo la puerta del balcón dejaba ver la profundidad de la noche negra. Era un martirio ir al baño. Fue ahí donde conocí la soledad y la inmensidad de la naturaleza; las noches de neblina y los truenos entrando a casa. En ese lugar nació mi obsesión de ver al cielo y conocer las estrellas. Un niño no debería conocer la soledad.

Tú sólo conoces de amores fríos. Tu cuerpo me lo ha dicho. Te digo cosas que te asustan y no es por una naturaleza obscena, es por el amor que aguardan. Te digo cosas porque quiero que sepas lo que me provocas. Miro más allá de ti y me pregunto ¿quién ha lastimado tu joven corazón? 



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