Asesino interno
Por Viridiana Nárud
Tuve un sueño. No quisiera contárselo a nadie. Sólo a ti. Fue
en la noche de nuestro aniversario. Un veintitrés de diciembre. Íbamos a la
casa de campo que mis padres vendieron antes de su divorcio. Probablemente mi
único hogar. Manejabas el mismo auto en el que te vi por última vez. En tus
ojos se dibujaba algo siniestro típico tuyo después de terminar una obra. Dijiste:
Mira al cielo y cuenta hasta diez. Tomaste mi mano. Unos, dos… gritabas mientras acelerabas el coche. Desperté.
Han pasado años. Mi psicólogo me juzga. Lo veo en su mirada.
Yo hablo lo necesario. Incluso, hago parecer las cosas insignificantes más
importantes. Hablo del trabajo, de mis amigos, también de mi nueva pareja.
Disculpa que te confiese estas cosas. Nuestros amigos necesitan creer que estoy
bien. Ya sabes, a nadie le gusta la gente triste. Creen que me encuentro
equilibrado. Cumplo con todos los porcentajes del diagrama de estabilidad. No
me detendré mucho en explicarte cómo es ella. Es una mujer vulgar. Dicen que
hacemos bonita pareja. Sólo que ella no habla de cine ni de libros y cuando
viajamos sólo quiere comprar ropa. Tú y yo nos burlaríamos mucho de ella.
Nuestros amigos la aceptan porque creen que es buena para mí. Sólo María dijo
que le parecía indigna y prefería tomar distancia. No la juzgo. A tu lado todas
las mujeres parecen inferiores.
He terminado de escribir mi primer libro. Hablo de ti Ariadna.
Sé que no creías en nada ni siquiera en mi amor por ti. Supongo que juzgarías este
libro como un gesto cursi y no lo leerías. Pero sé de lo mucho que te importaban las
palabras y que probablemente era lo único en lo que creías. Por eso te lo
dedico. El psiquiatra encontró en tu habitación una obra tuya. No quise leerla.
Estaba muy enojado. No lograba entender tu abandono. Yo que te quise
tanto...
Hablé con el productor con quien te enojaste antes de internarte en
el psiquiátrico y le saqué más dinero del que jamás nadie le ha quitado. No hice mención de tu corazón ni de tu poesía. Estoy seguro que verías este gesto
como un triunfo. Ver a un hombre cambiar de opinión sólo por el dinero te
hubiese parecido humillante. No sé por qué la gente gusta de asistir a la obra
de una persona que ha muerto “trágicamente”. Estrenan tu obra la próxima
semana.
Ariadna, han pasado tres años y no he dejado de escribirte un
solo día. Mi lazo por ti se vuelve más profundo. El amor puro es amor que no se
realiza, todo tensión, afán, anhelo. Ariadna, no es la muerte la que me separa
de ti. Yo sé que el amor no puede poseerse pero yo siento que tú posees todo el
mío. Quiero conocer el cuerpo de tu alma. Hacer alma contigo. ¿Dónde
encontrarte?
He dejado todo arreglado. No escribo los detalles porque sé
que lo material nunca te ha importado. Le pedí a María que venga. Ella es la
única de nuestras amistades que podrá comprender lo que voy hacer. Te amo como
se debe amar, con desesperación.
M.
Comentarios
Publicar un comentario