Sobre la crueldad del escritor
Por
Viridiana Nárud
Cuando eres joven los primeros consejos que recibes de tus
maestros son: Para escribir tienes que
renunciar a todo. Si tienen una pareja deben decirle adiós. Si quieres dinero,
también debes de renunciar a él. Tienes muchos deberes con la escritura y
no te preguntas qué deberes tiene la escritura contigo. Porque este oficio
también es un ejercicio de descubrimiento de sí mismo. Como joven inmaduro crees en las “sabias palabras” del “maestro”
aunque quienes lo pronuncian lo dicen a lado de una pareja o con unos
pendientes de oro colgando de sus orejas.
Tienes que renunciar a la vida a temprana edad porque el arte,
lo que sea que esto signifique, es demandante. Te encierras en ti mismo y
tratas de escribir el mundo como el que se te presenta en los libros, escribes
de amores que no conoces porque del amor no sabes nada. Haces “arte” y ni
siquiera te has cuestionado qué es eso. Escribes cosas vacías porque para
escribir es necesario una reflexión de la existencia. Nos hacen ver hacia fuera
no hacia dentro de nosotros mismos.
Pronto te encuentras repitiendo las mismas palabras de tus
maestros. Les recomiendas a tus compañeros que renuncien a todo, pero ¿cómo
podemos pedir esto si la escritura trata de imaginar y revelar el alma humana? ¿Por
qué repetimos la amargura de otros? ¿Qué no nos hemos dado cuenta que este
mundo siempre pide que renuncies a todo lo que amas? Por qué no mejor decir:
Esta sociedad te va a decir que todo aquello que crees y por lo que luchas no
existe y que deberías de hacer de tu vida algo útil. Que renuncies a todo lo
que amas. No te rindas, ama todo lo que puedas, re imagina a este mundo y el
amor. Porque de esto vas a escribir.
Creo que las mejores palabras de aliento y advertencia que he
recibido para continuar en resistencia son las siguientes: La escritura es una
carrera de largo aliento. A veces no llega el mejor sino el que persiste. Toma
aire porque esto apenas empieza. Creo que han sido las palabras más sinceras
que me han ayudado a luchar con la frustración de este oficio. Creo que el
maestro en lugar de aumentar grados de frustración, que ya son muchos los que
debemos enfrentar al entregarnos a este oficio, deberían darnos aliento para
amar no sólo lo que hacemos sino al mundo y todo lo que lo habita.
Agregaría
que la vida se encarga de que renuncies a todo aquello que amas y que en muchas ocasiones en esas renuncias no tienes voluntad ni injerencia de tu propia existencia. La vida nos vuelve
taciturnos y melancólicos y nos aleja de ésta porque su complejidad nos supera. ¿Qué es lo real? En esta interrogante uno debe re imaginar al mundo y significarlo. Brindar
Esperanza probablemente no sea el acto de amor más grande pero nos mantiene en el vilo
de la existencia y la inocencia.
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