Una pareja feliz

Por Viridiana Nárud

¿Cómo es que dos personas que no tienen nada en común terminan juntas y aquellas que se recuerdan en la soledad sólo pueden contemplarse mutuamente? Eso me pregunto mientas observo tu panza caída, tu opaco cabello y tus jeans sucios. Hemos cogido por compromiso, porque eso es lo que hacen dos personas que viven juntas y porque a veces uno tiene ganas. Te acuestas, te beso, me dices qué tengo que hacer y terminas. Meses de insatisfacción, de salivas agrias y una vida llena de compromisos nos esperan. Es tan poca la química que existe entre nosotros que tengo miedo de tener hijos y que nazcan enfermos.

Te recuerdo en el porche de la entrada de tu casa, tenías el cabello largo y gafas de sol, lucías delgado y los ángulos de tu rostro se marcaban. Me pareció que brillabas, no puse atención en que eran las doce del día en un mes de primavera. ¿Quién no brillaría bajo esas circunstancias? Tú amigo me llevó para que ya no estuvieras solo. Te consiguió mujer y yo me dejé conseguir. Ni una promesa ni un grado de ternura, pero tu soledad…

Hoy te veo parada en el marco de la entrada del estudio, sigues solo, sin brillo, sin promesas, sin ternura, con kilos extra y sin mujer. Voy a la cocina, en la noche llegan nuestros invitados. Fingiremos ser felices, me darás una nalgada derecha cuando me levante a servir la comida, me darás besos apasionados fingiendo que te has escondido para demostrar tu deseo, para que las personas sientan urgencia por dejar a los dos enamorados y digan: ¡Es feliz! Pero tú y yo sabemos la verdad.  




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Fotografía: Tomas Koepker


















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