Perfección
Por Viridiana Nárud
@viridianaeunice
Toda mi vida
he tenido una lucha constante contra el sobrepeso. Mido 1.72, soy talla 7, mis
senos son pequeños, mis nalgas no son muy grandes, tampoco pequeñas, y unas
piernas robustas. En mi adolescencia llegué a pesar noventa kilos y nunca me he
encontrado próxima al perfil de belleza occidental. Mis huesos son demasiado
anchos para logarlo o siquiera para aspirarlo. Eso fue lo que dijo mi
nutriólogo en nuestro primer encuentro a mis catorce años. También mencionó, de
forma muy clara, que a las mujeres como yo (gorditas) los hombres no las
querían, que éramos y seríamos siempre, las mejores amigas. Habló de mis
enormes senos y le sorprendió que no me hubiese ahogado con ellos mientras
dormía. Fue un encuentro muy fuerte.
Comencé a
tomar pastillas para bajar de peso. Pastillas que reducían el hambre casi todo
el día. Si la intervención no era muy tardía, mis piernas aún estarían en su
lugar y no sería necesario fracturarlas para enderezarlas después. Bajé cinco
kilos en un mes. Cifra que decepcionó a mi nutriólogo, ya que de no haber
suspendido el tratamiento hubiese conseguido mejores resultados. Sólo que las
jaquecas eran demasiado fuertes y mi carácter demasiado irascible para
continuar. Nunca he tenido buen carácter, pero esto me sobre pasaba. Según él
todo se encontraba dentro de los límites de la “normalidad”, incluso la enorme
depresión.
Ahora que mi
edad ha sido duplicada por aquella Viri tan lejana, no dejo de cuestionarme si
las mujeres que son perfectas, esas que vemos en la tele y que nos ponen de
ejemplo, se sienten tan hermosas como la publicidad presume. Estoy segura de
que no. De sentirse hermosas, no someterían sus rostros a cirugías tan
constantes que no sólo les roban la esencia de lo que fueron, sino que las
uniforma con todas sus compañeras. Lo que más coraje puede darme es ver cómo
esa idea falsa de belleza ha sido sembrada en jóvenes que a sus cortas edades
modifican su rostro y cuerpo que aún la gravedad no ha “afectado”.
¿Qué es la
perfección? La existencia es todo menos perfecta y virtuosa. Nada tiene de malo
no cumplir lo que la sociedad dicta, porque la mayor parte de lo que dice es
mentira. Mi cuerpo, mi rostro y el color de mi piel no están de moda. De hecho,
las morenas no figuran en las portadas de revistas ni en las campañas publicitarias.
Me siento ignorada por esos monstruos publicitarios, me han nulificado. Lo que
le faltó decir a mi nutriólogo es que, a pesar de mi sobrepeso, existía una
belleza en aquella adolescente que se encontraba oculta, no por el exceso de
grasa, sino por la tristeza.
La culpa,
según Kierkegaard, es originada por la idea de existir. La culpa de comer se
origina porque, de manera inconsciente, nos sentimos culpables de nuestra propia
existencia. Algo que involucra a todos nuestros antepasados, comenzado con
nuestros progenitores. Nada malo tiene
comer lo que te gusta. Es más, los criterios de bueno y malo quedan nulificados.
Porque para expresar la libertad de existir se debe dejar atrás todo tipo prejuicio
y toda culpa. Si no somos bellos a la usanza de nuestra sociedad, podemos serlo
en nuestro Ser. De lograrlo, habremos conquistado nuestro espíritu y, entonces,
podremos vernos al espejo sin prejuicio y podremos amar nuestros cuerpos y los de nuestros
amantes con toda libertad. Como dice Cerati, el fin de amar es sentirse más
vivo.
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