A él:




II

Eras todo lo que adoraba. Te levanté un altar, quemé mis ofrendas y en secreto te digo que soy tuya, tuya hasta la eternidad. Que caiga en el olvido todo lo que no has dicho y que despierte tu ira mi sentimiento. Eres prisionero de un recuerdo vivido en mis labios que someto cada vez que quiero. Extraño poder.

Para entenderme tendrías que arrojarte a ese abandono de los misioneros beatos. Adorarme con fervor y mendigar por una mirada, por un perdón de una diosa ausente. Tendría que ser yo tu centro de gravedad para no sólo satisfacer el deseo, puesto que dejaste un sentimiento insatisfecho. Máxima expresión de la Naturaleza.

Abandónate a mi quietud en espasmos violentos. Concentra tu ser en cada palabra y cae. “No se puede ir al Dios que se ama con las piernas del cuerpo, y, no obstante, amarle es estar yendo hacia Él”. Resiste.

Tuya, por siempre tuya…


Comentarios

Entradas populares