Acerca de El huevo de la serpiente de Bergman
Por Viridiana Nárud @viridianaeunice
Después del suicidio de una persona brillante uno se pregunta
si es la sociedad quien lo orilla o simplemente no existe respuesta a esta
interrogante que te acompaña de por vida. Pareciera que este mundo ha sido arrancado
de todo espíritu creador y que sólo la industria importa, dejando al individuo
una función y sólo interesa si es capaz de ejecutarla. En Japón, país que es
referente de la cultura zen, los hombres se suicidan tras horas excesivas de
trabajo consecutivo; en México, nos encontramos con la hora zombie a las seis
de la tarde, que es cuando los oficinistas salen de sus tumbas, con sus rostros
sumergidos en sus teléfonos o emborrachándose en el bar más cercano.
Hemos sido tan humillados y despojados de todo espíritu, que
una revolución resulta, no sólo un sueño, sino una imposibilidad. Sólo basta
ver los rostros de las personas en el transporte colectivo todas las mañana y
noches. El hambre, las deudas y la ambición son quienes toman las grandes decisiones.
Sin embargo, a pesar de que estas tres variantes no han cambiado a lo largo de
la historia, el hombre, en el pasado, se encontraba cercano a un espíritu
creador. De hecho, Jung nos habla de un instinto divino.
Primero, debemos entender que un instinto es una reacción que
contribuye a la conservación del hombre. Creer en dioses o energías superiores
permite al ser humano tener una vida más llevadera. Quizá para muchos sea
cierto la frase de Nietzsche en donde dice que Dios ha muerto y que es el momento
del superhombre narrado en la voz de Zaratrusta. Empero, Albert Schweintzer, Premio
Nobel de la Paz (1952), dice que el
hombre se ha convertido en superhombre… pero el superhombre con su poder
sobrehumano no ha alcanzado el nivel de razón sobrehumana. En la medida en que
su poder aumente se convertirá más en un pobre hombre. Esta última especie
(el pobre hombre) aumenta a pesar de que se ha llegado a la luna y se venden
tickets para que multimillonarios se paseen en cohetes espaciales.
“Vivimos tan alejados de Dios, que tal vez no nos escucha
cuando le pedimos ayuda. Así que debemos ayudarnos mutuamente, darnos el perdón
que un Dios apartado nos niega”, dice Bergman en su filme “El huevo de la
serpiente” (1977). Esta frase me hizo recordar una tradición narrada en el
libro de Jung “Aión”, en la cual Dios se ruega a sí mismo: “Sea mi voluntad que
mi misericordia prevalezca y mi compasión recubra mis demás atributos”. Es
común encontrar en Dios o en la idea de éste la ambivalencia análoga entre el
amor de Dios y su ira. Nos encontramos huérfanos de nuestro padre creador y
sólo la idea del perdón entre nosotros resulta la única esperanza como en la
´película de Bergman.
Abel, nombre bíblico y protagonista de la película, resulta
en esta historia, que ese Dios bíblico ya no observa a su hijo más querido. Abel
se encuentra abandonado y sólo su instinto de supervivencia lo mantiene a
flote. “El huevo de la serpiente” fue filmada después del desencanto de los
años sesenta en donde la libertad dejaba de ser una promesa y para ser una
realidad, pero debido a intereses políticos este sueño fracasó. Esta obra fílmica de Bergman muestra esos sueños rotos y esas
profundas reflexiones que nos muestran el porqué de nuestro fracaso en nuestra
sociedad.
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