Relato #1
Antes de
perder el control se detuvo un momento para imaginar. Angélica le decía que era
una historia cómica digna de contarse. Pero a ella no le causaba gracia llegar
a los treinta y encontrar a los hombres menos atractivos. Lo miró
fijamente sin que pudiera verla. ¿A caso era con lo que tenía que
conformarse? Lo conoció años atrás. Él buscó durante ese tiempo cualquier tipo
de encuentro. Le tocaba las nalgas discretamente, la arrinconaba en las orillas
de cualquier lugar, hasta que un día perdió la cordura y le expresó sin ningún tapujo su deseo. Ella lo observó. Le resultó inútil.
Reconocía a ese tipo de hombres. No importa los años que tarden en cazarte, la soledad siempre regresa. Prefirió ignorar por completo sus insinuaciones. ¿Era con lo que tenía que conformarse? La soledad, pensó, nos llena de vicios y costumbres. Angélica le dijo: con la edad todo se cuelga… diviértete. ¿Era diversión lo que necesitaba?
Lo miró fijamente. Él cubrió su rostro al saber que ella lo veía. ¿Es acaso es lo que me merezco? Lo único que compartían era la curiosidad de verse desnudos. A ella las fiestas le parecían aburridas, como a él los libros. ¿Qué une a dos personas? Para amar, recordó, primero se debe imaginar. Pero ella no se imaginaba con él. La pretensión le resultaba poco atractiva. Hizo un listado mental de los hombres en su vida. Cubiertos de máscaras, se encontraban más preocupados por su desempeño sexual que por lo que pudieran sentir. A veces era tal la preocupación, que preferían no coger a quedar mal. ¿El amor? Una palabra en desuso carente de significado. Si eso era cierto, por qué ella lo sentía.
El significado de las palabras nos acerca a la verdad de las cosas, no la revela. ¿Acaso me debo conformar con esto? Tomó sus cosas y salió de la habitación. La búsqueda era guiada por su instinto. Angélica se sentiría decepcionada al escuchar que no hizo nada con ese hombre y que a los treinta prefería estar sola que pasar la noche con cualquier amigo. Pero él te quiere. Insistió Angélica. ¿Si es así, por qué no lo siento?
Reconocía a ese tipo de hombres. No importa los años que tarden en cazarte, la soledad siempre regresa. Prefirió ignorar por completo sus insinuaciones. ¿Era con lo que tenía que conformarse? La soledad, pensó, nos llena de vicios y costumbres. Angélica le dijo: con la edad todo se cuelga… diviértete. ¿Era diversión lo que necesitaba?
Lo miró fijamente. Él cubrió su rostro al saber que ella lo veía. ¿Es acaso es lo que me merezco? Lo único que compartían era la curiosidad de verse desnudos. A ella las fiestas le parecían aburridas, como a él los libros. ¿Qué une a dos personas? Para amar, recordó, primero se debe imaginar. Pero ella no se imaginaba con él. La pretensión le resultaba poco atractiva. Hizo un listado mental de los hombres en su vida. Cubiertos de máscaras, se encontraban más preocupados por su desempeño sexual que por lo que pudieran sentir. A veces era tal la preocupación, que preferían no coger a quedar mal. ¿El amor? Una palabra en desuso carente de significado. Si eso era cierto, por qué ella lo sentía.
El significado de las palabras nos acerca a la verdad de las cosas, no la revela. ¿Acaso me debo conformar con esto? Tomó sus cosas y salió de la habitación. La búsqueda era guiada por su instinto. Angélica se sentiría decepcionada al escuchar que no hizo nada con ese hombre y que a los treinta prefería estar sola que pasar la noche con cualquier amigo. Pero él te quiere. Insistió Angélica. ¿Si es así, por qué no lo siento?
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