A mí


Pienso en esa edad límite. Nadie podrá juzgarme por tener miedo. A veces, mientras corro, miro al cielo y escucho las voces de quienes quedan atrás. Nada saben porque nada se preguntan. En otras ocasiones, pienso en que llegaré a ser anciana y podré decir: Sobreviví. Pero todo luce como un sueño de una vida que no deseo. Amo los pequeños detalles: como las estrellas en el cielo, el agua tibia mientras me baño; masajear mis encías por la mañana. De las personas, disfruto lo que nadie ve: su sonrisa y la manera en que los cuerpos hablan…
Mi padrastro dijo que fuera cuidadosa, que personas como yo la realidad y la vida los hiere. Yo creo que se equivocó, venimos heridos. Algo en nuestro interior nace descompuesto. Me hablo como una máquina porque ya nadie habla de almas ni espíritu. Me levanto creyendo que todo ha quedado en el pasado y que estaré bien. Sólo basta un gesto y todo se derrumba. Pregunto ¿cómo llegué de nuevo aquí?

Si algo aprendí del dolor es que es completamente inútil, aunque justifica nuestra existencia. Estoy cansada de justificar hasta la mínima palabra para no lastimar a mi interlocutor. Lo importante no se dice. Por eso tanta gente muda muere de infartos en el corazón. Leí que las crías de los leones nacen muertas, el padre tiene que dar un rugido muy fuerte para hacerlas vivir. Me hablo y me digo: Estás viva.  





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