Un poco de sexo y amor vacío
Por Viridiana Nárud
No soporto los abrazos. No me gusta
que me toquen y él estaba besando mis oídos. Yo sólo podía pensar que era
asqueroso. Así
hablaba una chica de apenas veintitrés años. Yo escuchaba atenta los gritos de
esta niña en el metro. Otra voz: No
entiendo el sacrificio. Veo a mis cuñadas, sus vidas y, aunque respeto, me sorprende
su aspecto pálido; siempre a disposición
de mis hermanos. Yo por eso me quedo con mi gordo. Es lo que dice otra mujer a punto de cumplir cincuenta mientras pasea a su perro miniatura al que no le permite nunca caminar libre.
Estamos
peleados con el Amor, el sexo y la libertad. No entendemos de sacrificio y
queremos recibir todo a cambio de nada. Queremos dominar el cuerpo y la mente
del otro. De no obtener el dominio sobre el otro nos frustramos tratando de aniquilar
lo que sucede en nuestro interior, que al ser imposible, nos enferma. ¿Cómo una persona, externa a mí, puede ser dueña de mis
deseos? El amor al ser un hecho que se efectúa de forma espontánea, hace
imposible su compresión para una mente racional. Pero lo que se siente en el
cuerpo y lo que posee a la mente humana es real y no es un hecho de fe. El cuerpo arde en deseos.
Ante estos cuestionamientos básicos comienzo a creer que es necesario el dejar de
problematizar el Amor tratando de darle una respuesta científica y restablecer el diálogo con la realidad psíquica. Este sentimiento mantiene un lazo estrecho en la realidad quedando adscrito de una vez y casi para siempre a otro ser. Sentimos asco
por los cuerpos desnudos de los otros, sus fluidos, los besos nos parecen una
amenaza y para evitar todo eso tan asqueroso que nos hace sentir libres,
preferimos negar los abrazos y encerrarnos en nuestra casa castrando nuestro
cuerpo y mente. El deseo queda sellado y hablamos de la libertad y el amor como
si fueran meras ideas abstractas que sólo puede ser resultas en el mundo de la academia, pero lo cierto es que éstas palabras son capaces de vivir en el cuerpo humano. Esa angustia en nuestro pecho al conocer al otro y trata de adivinar sus sentimientos es sólo el inicio de la libertad. La libertad y el amor nunca fueron algo cómodo.
Tendríamos
que cuestionarnos por qué en una época en donde existe una industria millonaria
del sexo deja un mayor número de frígidos y sexo adictos cada vez más
vacíos. Insisto: si el consumir dejara a los seres humanos satisfechos,
tendríamos un mundos feliz ya que quien no puede comprar lo que desea lo toma
por la fuerza. Nadie pierde, sin embargo, estamos perdidos. No somos objetos y
nuestra alma se manifiesta en el terror que el otro nos representa.
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