Cuerpo y deseo
Por Viridiana Nárud @viridianaeunice
Poco a poco
comienzo a entender las manifestaciones del mito o arquetipo que me han dominado.
Para una persona como yo, es una victoria que se alcanza a través de la introspección
y un largo tiempo a solas. En ocasiones ese
ir para adentro te aleja de la Realidad Real y olvidas que tus pensamientos son
contenidos en un cuerpo. Caminas sin sentirte o te agotas fácilmente.
Mientras
cruzaba el pasillo de pesas del gimnasio, ocupado en su mayoría por hombres,
sentí sus miradas sobre mi cuerpo. Primero, me sentí sorprendida de que notaran
mi presencia, me había olvidado de mi materia. Segundo, sentí gran furia porque
esos representantes del heteropatriarcado veían mi cuerpo con deseo. Por
último, después de una breve reflexión, me dio risa.
Mi psicóloga
dice que es bueno hacer las paces con Afrodita o Venus. No lo entendía.
Generalmente suelo ser muy segura de mí misma y cuando alguien me gusta, activo
la Afrodita que tengo en mí. Lo que no comprendía es que ella nunca viene sola,
a veces la acompañan Atenea, la hija del padre (Zeus), o, Atalanta. De este
último dice Ovidio: Tocada por el primer deseo, se enamora sin saberlo y no
siente el amor. ¿Cuántas veces no me ha sucedido esto?
Pareciera
que un oráculo me hubiese anunciado que el peor mal que podría yo vivir, era el
que fuese sorprendida por Eros. Sin embargo, a pesar de haber sometido a mi
cuerpo y a mis sentimientos al mayor maltrato, la indiferencia, el deseo y el
amor me han tocado múltiples veces sin ni siquiera yo saberlo. Luchas contra mi
cuerpo, contra mi deseo significaban una lucha contra mi padre, contra su
predicción, contra el patrón. Sin entender que cada sentimiento reprimido, no
significa una victoria para él, sino una perdida para mí.
¿Hasta
cuándo, me pregunto, seguiré pensando que una mirada significa una agresión?
¿Hasta cuándo podré dejar de confundir el deseo con la falta de respeto? Soy
sincera. Sentir el deseo por mi cuerpo, reflejado en las miradas de esos
extraños, fue una revelación. Es que no hay nada de malo. Mi última pareja
mientras me miraba ponerme mi ropa decía repetidas veces en distintas ocasiones:
¿Por qué no crees lo que tienes, lo que eres? Lo miraba de reojo, abrochaba mi
pantalón y sonreía. ¿Qué quería decir? No lo entendí hasta hoy. No son mis
carencias las que me hacen atractiva, es mi realidad corpórea las que sí lo
hacen. Hoy, por primera vez, comprendo que en todos habita una divinidad. Ser
Afrodita frente al espejo no siempre es una elección, sólo se convierte en una
cuando se abre la conciencia y, con esto, se gana la libertad. ¡Hasta la
victoria siempre mis afroditas!
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