Vida y suicidio
Por Viridiana Nárud @viridianaeunice
Me siento en
ese abismo cada más profundo y no mido el vacío. Entro en mí, si es que algo queda
o existió de eso que llamo Yo. En eso que llamamos oscuridad, me pregunto si
pertenezco a una generación suicida, si soy una suicida en potencia o si me
rodeo de ellos sólo para enfrentar la vida desde este precipicio. He visto cómo
la vida de un hombre se apaga en su mirada y cómo otros tantos se ponen en
riesgo cada noche para sentirse vivos mientras mueren.
¿Cuál es mi
problema con la humanidad? Su imperfección, nuestra falla como humanos. Me
coloco como humana, no como un ente alejado de ella y la visión cambia.
Enfrento, después de la muerte, sentir los latidos de mi corazón en mi pecho, mi
piel tibia, ver la existencia y escuchar todo lo que me rodea, me conmueve.
Nunca fue la vida perfecta, tampoco lo será, y en esa “falla” comprendo por
primera vez mi naturaleza destructora y creadora.
Miro los
árboles talados y un pájaro se acerca buscando su nido desesperadamente. La
mano del hombre destruyó su hogar. ¿Cómo amar esto? Tomo el nido entre mis
manos y la pongo en el árbol en lo más alto que alcanzo. Mi intento es absurdo,
pero una sonrisa se dibuja en mí. El arte y la vida se encuentran unidos, el
primero es una expresión de la segunda, de su creación y destrucción, y, aun
así, la vida vale la pena.
El suicidio
como opción nace, al menos eso es lo que creo, de la incapacidad de reconciliar
los opuestos, de esa incapacidad de entender que en la belleza existe la
fealdad, que la mayor tristeza siempre viene acompañada de una gran felicidad.
La vida es una creación que necesita de ese genio, la muerte es la redición de
enfrentar este misterio.
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