Carta a mi padre
Por Viridiana Nárud
Quisiera que en tu ausencia tu presencia no tuviera fuerza
alguna sobre mis decisiones. Demasiado bueno para mí, me digo, aunque lo único
que me dé es mierda en sobres de oro. Te recuerdo mucho a mi lado. Recuerdo los
viajes juntos en el coche. Te hablaba de mis sueños y fingías escucharme. Es una
lástima que me hayas dado tan poco porque con cualquier cosa que se me dé me
desbordo.
Papá, estás equivocado. Lejos de ti he podido descubrir a la
verdadera Viridiana. He sido más fuerte de lo que hubieses deseado. He sido
amada más de lo que creíste. ¿Sabes? Ha habido personas, hombres buenos que han
querido casarse conmigo y tener hijos, que me han querido por ser yo. Pero yo lo
he rechazado esa felicidad por creer que esas cosas no son para mí. Para amar,
papá, se necesita imaginar. Yo no sé hacerlo.
He hecho un mapa metal de tu cementerio. Tu entierro fue
parecido al de una película gringa. El cementerio es muy grande y lleno de
pasto verde. Una mujer viste de negro, la miro a lo lejos. No hay nadie más alrededor
de tu tumba.
Soy una hija infértil de emociones y sueños. Por eso escribo.
Porque sólo en el papel quedo impune del dolor que me provoca mi propia
existencia. La vida representa un peligro constante. Soy una mujer que sólo
puede hacer sus sueños realidad a través de espejismos. Papá, están pasando los
años y me encuentro sola.
¿Es esto lo que
querías para mí? ¿Por qué me hiciste creer lo que ahora creo? No sé vivir la
vida. En las palabras he encontrado consuelo. He aprendido su significado. Me
enseñaste a tener miedo de los hombres, quisiera olvidar el daño que hiciste en
mí y que esta soledad y encierro no fueran responsabilidad de tus palabras, de
tu ausencia y silencio…
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