Disertación sobre el silencio

Por Viridiana Nárud

Se dice que el hombre es esclavo de sus palabras, pero ¿acaso no es también esclavo de su silencio? La barrera del silencio que rompe el habla es una maravilla, dos fuerzas que se contraponen y en su expresión queda adscrita la voluntad. El habla es un acto de voluntad, de rebeldía que forza al pensamiento a detenerse y expresarse, es una virtud cuando una personas puede comunicar su pensamiento y sentimientos de forma certera y desnuda el carácter o su falta del hablante. El carácter es aquello que nos libra del destino y nos sumerge en aquello que conocemos como libre albedrio. ¿Qué es la libertad? 

La comunicación requiere de un emisor y un receptor, es decir, se necesita de otro para existir. No se puede comunicar a la nada. Juarroz dice que la palabra es el resumen del silencio, del silencio, que es el resumen de todo. Oxímoron que deja al hombre sumergido en el más grande misterio. El lenguaje es contradictorio y en él los seres humanos han encontrado enfermedad y cura, es en sí mismo su propio pharmakon.

El silencio es una voluntad que apunta a la nada, en su muda expresión confunde. Dios ha sido el mayor mudo de la historia, no afirma ni desmiente su muerte. En la obra de Dostoyevski, Los hermanos Karamazov”, el silencio de Dios es aplastante. En un pasaje en donde Iván Pavlovich narra la historia del gran inquisidor, la figura de Jesús renace, el inquisidor al reconocerlo lo encierra y le condena a muerte por la mañana. Jesús sólo lo observa y cuando el inquisidor le deja huir sólo le da un beso en la frente. Después, otro capítulo, en un arranque de fiebre nerviosa, el diablo se le presenta a Iván --recordemos que de todos los personajes es él quien crear disertaciones más inteligentes acerca de la inexistencia de Dios—cuando este se le presenta le afirma que el infierno es real, pero que le es imposible recordar si dios existe o no. En realidad no lo sabe. En esta obra sólo habla el diablo, pero el silencio de dios y su falta de respuestas y milagros hace que sus personajes caigan más en una espiral de dudas, locura y muerte.

El silencio puede ser utilizado como arma, pero también puede atormentar al silencioso. Es cierto cuando se dice que somos esclavos de nuestras palabras y dueño de nuestro silencio, pero es una verdad a medias que en sus dos extremos esconde algo.

La palabra esclaviza al nombrar al árbol como árbol, pero en su enunciación nos hace sentir seguros, sin embargo, esta seguridad sólo se logra a través de la fe como certeza en algo que no vemos no podemos ver. Es por ello que cuando deseamos expresar lo innombrable, sólo nos queda decir: tendrías que vivirlo tú. La palabra nos hace creer que conocemos el mundo y su desnudez y por ello el silencio aterra, porque no nos permite conocer, la fe y esperanza de conocer al mundo se pierde en él. La ilusión deja de existir, la palabra es yugo, pero también constructo de sueños y utopías, es a través de ella que Dios se expresa en verdades, pero de éstas no sabemos nada, solo misterios.

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