Diario de intervención #1
Cruzo constantemente las fronteras entre la norma y el arte, procuro tener amistades que me muestren el mundo en donde el arte no aparece y lo encuentro triste. Tengo miedo que en esa intención de aplacar mis pasiones las haya apagado por completo. Me preocupa no volver a escribir una buena obra de teatro, no poder enamorarme porque quiero sentir como es correcto sentir.
¡Que se vaya
al carajo lo correcto!
Hay días en los que creo vital retirarme del mundo y enclaustrarme
en un convento. He buscado bajo el artificio del sexo el éxtasis para encontrar
comunión con lo sagrado. ¿He sido demasiado ambiciosa? Bolaño dice que un
escritor que conoce el éxtasis jamás podría regresar a ser mediocre. Creo que a
veces la mediocridad es más cómoda. ¿Para qué buscar cogidas o libros que
vuelen la cabeza? ¿Para qué ir más allá de lo que puedo?
La constante es la mediocridad, la falta de compromiso, la inconsciencia
y todo esto se resuelve en el tener. Pero, ¿qué se tiene? Quiero hablar de lo
que a la gente le emociona, de cosas importantes y no tiene que ser
intelectual, quiero saber qué es lo que mueve al mundo de manera oculta, qué
mueve las vidas de las personas y el amor por lo otros, quiero sentir.
Pienso que aunque no me he enclaustrado en un convento, la
frialdad en cómo se dirigen las personas, me sorprende y me aleja de ellas, me
encierro en mi departamento y medito sobre esa otredad que me confunde y me
hace anhelar ese “algo más”. Pero, ¿qué es?
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