Una noche


Por Viridiana Nárud

Caminé sin rumbo durante días. Un impulso me guio hasta aquí. Mis zapatos rotos, la ropa sucia, las ampollas reventadas en los pies... No sentí dolor hasta ahora. El cielo gris, los árboles secos y el pavimento cuarteado. Me recuesto a un lado del camino. Pronto va a oscurecer.

Dejé la maleta sobre la cama. Le dije al Padre Antonio que llegaría el fin de semana. La maleta y la llamada son lo último que recuerdo. ¿Tomé el camión? La noche previa a ese recuerdo no dejé de escribir. Nunca había sido tan optimista. La angustia del insomnio por primera vez no llevó al balcón en busca de respuestas.

Horas antes, hablé con ella, sé que no soy la misma, pero no sé quién soy. El retiro me ayudaría a esclarecer lo que era. Es mi memoria la que calla. El motor de un coche se acerca.

--¿Adónde va?

Sólo puedo verlo. El hombre sube el vidrio del auto y arranca. Yo veo cómo las luces traseras de su auto se alejan y cómo el polvo del pavimento se levanta.



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