A un padre
Por
Viridiana Nárud
Los
escritores somos hijos de la furia y el engaño. Eso es lo que digo para
justificarme y no tendría por qué hacerlo. Pero he visto en tus ojos
y sentido en tus caricias el deseo de desvanecerme. Cuando pienso en ti nos
recuerdo a bordo de un Grand Marquis negro modelo ochenta y tantos. Yo, una niña de siete años, en el
asiento trasero mirándote a través de retrovisor. Te hago una pregunta. Mejores que tú, siempre. Dijiste. Después, humo. Miro mis fotos, a esa niña que no viste y me pregunto cosas.
He
pensado cómo herirte con palabras… Detuve mis recuerdo en mi reloj negro de pulsera, sus manecillas sin funcionar y cómo, de ser
posible, regresaría el tiempo y te haría hablar. Hemos estado tantas veces frente a frente sin decir nada, con la ira contenida, tragándome mil palabras que se
anudan en mi garganta y me pregunto por qué un padre y una hija jamás se
vuelven a ver.
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