Paul Auster 4 3 2 1
Por Viridiana Nárud
@viridianaeunice
Ha pasado
que mi primer encuentro con un escritor
es a través de una entrevista en algún periódico y su voz me parece tan fuerte
que me lanzo a la primera librería más cercana a comprar su libro. Sin embargo,
al leer las primeras líneas el escritor queda como un charlatán que me ha engañado
junto con la industria editorial. Traicionada, cierro el libro y no quiero
volver a saber nada de él, no importa cuánto me haya costado el libro. Sin
embargo, Paul Auster, no ha sido un charlatán y por el contrario de lo que aquí
narro, sus novelas tienen mucho más fuerza de lo que puedo leer en sus
entrevistas Auster se convirtió en mi mentor; en un maestro al que pongo
atención; y sin él saberlo, ha sido mi cómplice, alguien con quien me descubro
y extravío en su prosa y sus personajes.
¿Qué hace a
una obra maestra? No lo sé. También desconozco si esta novela 4 3 2 1 lo sea, pero puedo decir lo que
me hizo sentir y pensar. Cuando comencé a leerla me preguntaba quién sería el escritor
vivo con quien me sentía identificada y que daría cualquier cosa por
conocerlo. La respuesta antes de leer su libro, era que nadie. Nadie. Al
comenzar su lectura comenzó un caos en mis entrañas, en mi mente y me mantuve extravía
durante días, hasta meses. A mitad de la lectura de su novela, comencé un
trabajo mal pagado y con maltratos extremos. Todos esos sentimientos sublimes
que Archie I. Ferguson me había hecho sentir, se desvanecieron al encontrarme
con la realidad adulta tan miserable. Una novela en donde el narrador y sus
personajes denuncian la injusticia, yo guardaba silencio ante mi injusticia.
Qué poca cosa era yo.
Llegaba a casa todas las noches y ese libro se
asomaba burlón de mi buró. Odié a Paul Auster. Por qué escribía cosas tan
hermosas, por qué me había hecho llorar en la soledad y hacerme sentir avergonzada por las cosas que leía que atentaban contra la moral de la gente
que irrumpía mi habitación en medio de mi lectura. Por qué había creado un
universo de denuncia en un mundo donde se castiga al que habla. No sabes
cuánto te odié Paul Auster. Hasta creí que no volvería a leer ese libro jamás,
que se quedaría en el rincón de ese buró para recordarme el fracaso de la empresa
de leer ese libro de novecientas cincuenta y nueve páginas.
Después de
renunciar pude hacer las paces con Paul Auster y comencé a soñar nuevamente. Me
hizo recordar que quizá lo escritores pueden parecer egoístas en un mundo donde
las luchas sociales y guerras son permanentes y demandan las vidas de los
hombres; sin embargo, alguien tiene que retratar cómo afectan las decisiones de
hombres de poder las vidas de los individuos, así como sus miedos. Paul Auster denuncia el abuso de
poder por parte de las autoridades y cómo sus guerras han afectado nuestra
forma de sentir, pensamiento que me ha invadido hace mucho tiempo atrás. También recordé la inocencia de la adolescencia, la fiebre que la invade.
Empero, existen tres temas en mi vida que me afectan de forma directa y estoy
segura que no soy la única: Dios, la vida, la muerte y la eterna frase de ¿qué
hubiera pasado si…
Con esta
frase guardo esta novela:
Dios no estaba en ninguna parte,
dijo para sí, pero la vida estaba en todas partes, y los vivos y los muertos
estaban unidos.
Paul Auster
Paul Auster
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