Esto y aquello

Por Viridiana Nárud

Un día, la memoria arroja un naufragio de recuerdos. Flotan imágenes, ecos que apenas trazan palabras de un pasado lejano. A la deriva pueden observarse escenas que se repiten interminablemente. La infancia, la juventud, un padre con su hija, una hija con su perro, bosques y la perdida de la inocencia.

¿Por qué todo lo que duele debe mantenerse en el olvido? Para sobrevivir, para volver amar uno debe olvidar el dolor. Pero es mentira que esto suceda, hay estragos que se guardan, que esperan el menor indicio para manifestarse disfrazados de indiferencia, de castración, en la imposibilidad de existir si no es a través de una pantalla.

A lo lejos se observa sobre la superficie del mar una carretera, un auto, un padre y una hija. El padre habla de esto y aquello, ella escucha atenta. El corazón tiene su propio pensamiento y escucha, la plenitud de una vida adulta depende de las palabras que éste guarde. Hay corazones piedra, de león, marchitos que apenas laten y otros que vibran con la existencia.

Crecer oculto, ver a través de los ojos de otros, observar la vida no significa vivirla. ¿Por qué el extravío? La razón habla y dice qué es lo adecuado, pero el sentimiento se aniquila por temor. Habría que hablarle al corazón, regresarlo a la vida, sin golpes ni aspavientos. Decir que nada va estar bien y que no importa porque la vida es única y que la muerte siempre se encuentra cercana a ella. Vivir es vivir, no morir. La muerte es consecuencia de la vida y no viceversa. Ninguno loco puede amar cuerdamente.


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