Días de niebla
Por Viridiana Nárud
Hay días de niebla en los cuales apenas pueden distinguirse las líneas del pavimento y las luces del auto rebotan sobre ella. "Sigue derecho". "¿Adónde?" Apenas puedo reconocer el camino. Estoy confundida. Detengo el auto. Un día dejé de ser un yo para convertirme en plural: Están invitados…¿Cómo han estado? Él no sabe lo que pienso. Bajo la ventanilla, asomo mi cabeza. Respiro. ¿Por qué viniste?, No han sido buenos días… Responde. Introduzco mi cabeza nuevamente al auto Miro fijamente mis manos, cómo mis dedos se enredan entre sí. Hablo sin pensar: Me cansan tus rutinas, tu perfección, tu silencio... No soy un lugar seguro... Habla. No dice nada. Arranco el auto. Su respiración comienza a ser profunda. Las palabras se anudan en mi garganta, las lagrimas salen sin querer.
Llegamos a las diez al hotel, mis manos aprietan el volante, me duelen las palmas de tanto apretar. Se baja del auto y deja las maletas. En la habitación el vapor del baño calienta, me gusta su perfume. Quiero desnudarme, meterme en la regadera, que deslice su pulgar en pecho, que juegue con mi pezón derecho mientras besa mi cuello, quiero sentirlo dentro de mí, ser una con él... Pero no es martes. No soy feliz. Le digo al salir. Apaga la luz. Déjame verte. Se cubre con la toalla. Descansa.
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