La maravillosa historia del vagabundo la calle nueve

Por Viridiana Nárud

Mi historia narra el aburrimiento y el sin sentido de la vida. Como cualquier historia no tiene nada de transcendental. Camino diariamente por toda la ciudad sin rutina alguna, todo lo contrario a lo que fue alguna vez mi vida. A veces la noche me alcanza en el centro y camino hasta el amanecer para llegar a la calle nueve y dormir unas horas.
Cuando me fui de casa por primera vez, Mercedes, mi antigua mujer, se preocupaba por mi alimento. Me dejaba una mochila llena de latas. Yo las olvidaba . En un principio, ella creyó que regresaría. Alguna extravaganza, les decía a nuestros amigos que llegaban a casa sorprendidos de encontrarme en las calles vestido con ropa de días.
Un día decidí no regresar más. No me preocupa pensar en Mercedes. Ha tenido todo. La conocí en la escuela. Nuestros padres eran amigos y socios. Cuando anunciamos nuestro compromiso para todos fue algo natural. Tuve una vida llena de certezas. Mis padres me heredaron una empresa y vivía con una mujer hermosa. Nuestras rutinas maritales estaban completamente establecidas. Cuando nos enteramos que no podríamos ser padres hicimos un largo viaje. No hablamos mucho. Sólo nos abrazabamos a media noche.
Cuando decidimos ir al "Mesón de Fabricio" por primera vez, Mercedes se encontraba preocupada. Cumplía treinta y tres años, sus arrugas en las comisuras de sus labios se habían pronununciado, haciendola parecer una mujer más triste. Nos estamos volviendo viejos, Manuel. Besé sus arrugas y nos fuimos a desayunar al Mesón. La luz del inclinada sol de invierno caía sobre su cabellera rubia. Mercedes estaba triste y no lo hablaba. Un día, como otro cualquiera, me di cuenta que el cabello de Mercedes era totalmente blanco y que las arrugas en su rostro dibujaban la melancolía que siempre callaba. En una relación en donde no se tienen hijos, el tiempo juega de manera imperceptible. Vi mis manos manchadas y las venas queriendo salir de mi piel. Yo también era viejo.
Comencé hacer largas caminatas, primero de una hora, después de seis, hasta decidí pasar la noche fuera de casa. Un día nos vas regresar, lo sé; fue lo que dijo y subió a su habitación. El único propósito en la vida es morir. Piensa que si tuviéramos hijos sería muy doloroso pensar en la muerte, fueron las palabras que utilicé para darle consuelo. Manuel, no entiendes nada de la vida y subió a su habitación.
Hoy es veinte de diciembre, cumpleaños de Mercedes. Me acerco al Mesón de Fabricio y espero a que llegue con su cabellera blanca. Un hombre poco parecido a mí la acompaña. Sonrié, su rostro se ve joven y sus ojos brillan. La vida para Mercedes fue la constante supervivencia a las adversidades. Tomo mi carrito de super, porque hasta en eso soy el típico vagabundo. Regreso a la calle nueve esquina con calle once. Me siento en el escaloncillo del local cerrado en donde duermo todas las noches y miro el horizonte.





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Fotografía: Antoine D'agata

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