Un tema: la maternidad
Por Viridiana Nárud @viridianaeunice
Yo tenía una certeza: No quería ser
madre. Estaba totalmente convencida de ello. La soledad en mi lecho de muerte,
era algo que ni siquiera imaginaba. Supe que no quería serlo cuando escribí
una obra en donde, de alguna manera, daba respuesta a la infelicidad que la
maternidad dejaba a las mujeres en mi entorno. Las veía a sus cuarenta años
deseando ser jóvenes y en un estado postadolescente que me deprimía. Como hija
sentía que no había cumplido ninguna expectativa, aunque nunca habían
depositado una en mí. Comprendí que los padres de manera inconsciente o consciente
esperan algo de sus hijos. No pretendía
que mis hijos, imaginarios, cargaran con mis frustraciones de lo que no fui o
no seré.
Sin embargo, el abandono de la
juventud es algo cruel y extraño. Porque, si bien es cierto uno tiene
conciencia que envejecer es un hecho natural de la existencia, lo vemos como un
futuro muy lejano. Tanto que cuando ese futuro es presente no lo percatamos. Nuestro cuerpo envejece y seguimos pensando qué haremos cuando
crezcamos. He rebasado la edad en donde prometí que enamoraría, cosa que no sucedido. Más
rápido de lo que imaginé me acerco a esa edad en donde juré meditaría si en
realidad querría ser madre. Uno no puede permanecer inmune a este sentimiento
cuando, después de haberse negado a varias personas, un hombre de manera
febril, quiere tener un hijo tuyo y tú lo contemplas como algo posible. Entonces,
uno comprende que muchas veces ese sentimiento de maternidad se encuentra
acompañado de algo instintivo. ¿Hasta dónde uno como mujer puede dominar ese
sentimiento?
Afortunadamente, no me convertí en
madre, empero, no dejo de preguntarme si ese sentimiento va a volver a mí algún
día. Viene a mi mente una charla con una mujer. Ella tenía cuarenta años. La
llevé a su casa y entre mezcales me confesó que nunca había deseado ser madre,
pero que ahora le quitarían la matriz. Eso significaba, que el no ser madre,
era un hecho y no una opción. Se preguntaba si no se había equivocado. Así,
puedo contar muchas historias en donde todas nos preguntamos si queremos ser
madres. A mí me gusta pensar en el presente, no futurizo. Me digo: Hoy, no quiero serlo. No importa
el futuro. No deseo tener un hijo en el presente pensando en que lo amaré
mañana. Al final, podré decir que tomé la decisión pensada en lo que mejor me
hacía sentir. No hay certezas.
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