Adiós al abuelo


Por Viridiana Nárud @viridianaeunice

“Tengo que irme, lo sé. Sólo que se me ha olvidado”, me dijo mi abuelo. ¿Cómo se despide a los mortales sin grandes sueños, sin aspiraciones, ni riqueza? Él sólo quería cumplir cien años, sentarse en la bardita afuera de su edificio y ver el ocaso. Hoy mi abuelo Guillermo recordó el camino a Piedras Negras, Veracruz.

Murió mi abuelo. Aún desconozco la causa. Supongo que fue la vejez. Tenía 96 años. Las últimas veces que nos vimos me hablaba de un jinete que lo visitaba en su casa, que deambulaba por la sala. En su delirio comenzaba a hablar con él. Fui testigo. Puede ver en sus ojos la muerte y cómo se apagaba la chispa, ese brillo tan particular de su mirada pícara.

Guillermo, así se llamaba, recordó el camino a casa. El jinete ha dejado de deambular por la sala y no hay calma, solo ausencia. ¿No hay grandes palabras para hombres como mi abuelo? Dejó Veracruz porque era un bastardo de familia rica, porque ese lugar del que siempre me habló de niña, le dio la espalda y dejó morir a su madre Sofía en la pobreza a sus 34 años. Enfrentó a su padre e hizo una vida en esta ciudad, cómoda, sin excesos. Sólo algunas aventuras.

Adiós abuelo, una ausencia más que se acumula en mi vida. Espero que ese jinete te lleve por una buena cantina en el centro. Yo me quedo con tu forma de contemplar los atardeceres y esperar que la vida pase. Porque eso es la vida.

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