En punto de los treinta y cinco
De mis padres heredé la ruina emocional y económica. Me he convertido en mi centro, pesado y duro, lleno de moral, ética, deseos, anhelos por vivir y de no vivir los mismos errores de mis padres. Han sido los libros que me han enseñado y me han perdido. Llegar al punto de los treinta y cinco luchando contra mis demonios, con mis necesidades económicas, tratar de resarcir el daño generacional que ha recaído en mí, como en todo individuo recae su propia estirpe, me han alejado del mundo y es que es también un placer estar lejos de las personas, pueden ser raíz de todo mal y extraordinariamente de bien.
Uno debe ser fuerte como el bambú que es también flexible,
pero lo cierto es que me he convertido en concreto, soy fuerte, inflexible, incapaz
de conceder al error de otro. ¿En qué momento uno pierde la ternura? He visto
demasiado en mí, adentro de mí, que no sé cómo ver el exterior, ver el mundo si
no es por medio de los libros, ¿cómo amar a una persona cuyo destino no es
desconocido? Las personas se pueden leer, es cierto, pero también existen otras
que contienen en su propia narrativa giros inesperados que nos extravían con
ellos. Son agujeros negros que sólo toman lo que está a su alrededor.
Tengo treinta y cinco, no tengo hijos, no tengo pareja y
muchas veces me creo invisible en el mundo, por ello edifico fantasías, ensueños
y ficciones en el teatro, a través de ellos revelo una verdad más profunda que
apenas logro ver. Ver, observar, analizar dentro de mí, checar a detalle todo
lo que pueda llevarme de nuevo a la ruina emocional y económica… estoy agotada,
¿en qué momento comenzaré a vivir mi vida sin tratar de corregir los errores ancestrales?
Creo que uno comienza a vivir cuando ama, cuando esa fuerza
universal nos sostiene sin castillos, sin muros, sin concretos, las grietas del
alma liberan ese impulso. Lo que durante años fue un invento, una sonrisa obligada,
una llamada sin respuesta, comienza a ser real. Estoy amando y me imagino aquí,
sin importar la edad, en paz conmigo, con lo que he podido hacer de mí y pienso:
No hay error en el pasado, sólo presente que nos muestra sus huellas. La
memoria nos vuelve melancólicos, toma lo que debes, deja de pensar y entrégate
a vida.
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