Estampa #1
Por Viridiana Nárud
Ocultaba su rostro con la palma de la mano, sus dedos
entreabiertos dejaban ver sus ojos. Comenzó un canto entre cortado por el
llanto mientras su lengua se arrastraba por la embriaguez, subió el volumen de la radio al igual que su canto. Lo observé por largo rato mientras fumaba un cigarrillo.
El hombre ocultaba toda razón de su tristeza. ¿Qué lo había convertido en un ser
ruin? ¿La pobreza? ¿O sólo era el caso de una persona ruin tomando el lugar que
durante años anheló?
Recordé las palabras de mi amigo Gustavo: A veces me gustaría
dejar todo y ser cómo ellos. Gustavo dejó Argentina años atrás y después
de una carrera de modelo no encontraba nada que lo emocionara. Su mirada vacía
reflejaba la nada de sus sentimientos. Hubo tardes en donde me hablaba desde su balcón
para decir: Amiga, mientras leo, pienso en ti y comenzaba una charla sin sentido.
Con los años uno va perdiendo la capacidad de sentirse cómodo
con el otro. El Otro como extranjero, como espejo, reflejo de una realidad que
se distorsiona según la mirada del observador. Uno puede mirarse en los ojos
del otro y encontrar la nada. Si uno no sabe mirarse a sí mismo, la perdida es
eminente.
Regreso al hombre del parque: lo sorprenderá la muerte en la
calle, quizá en esa banca en la que diario se sienta, algún caminante lo encontrará rígido y frío, pedirá ayuda y será aventado a la fosa
común. Nadie reclamará su cuerpo porque ese hombre perdió la facultad de verse
en los otros.
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