Un hogar no es una casa
No recuerdo
charlas padre e hija ni gestos de cariño. Recuerdo una casa grande con muebles
mexicanos que mi padre y madre iban a comprar cada determinado tiempo. Siempre
una casa mexicana. Recuerdo la ausencia de una madre encerrada en su cuarto o
limpiando la casa o el enorme jardín. Recuerdo la soledad y a mi perra Percy,
mi compañera de juegos y aventura. Recuerdo pegarle con la cuarta por haberme
gruñido al tocar su comida. ¡Qué animal! Me digo a mí misma.
Una casa
sola llena de muebles, plagada de ausencias. Recuerdo vivir mi vida acompañada
de imaginación o de aventuras con Percy. Imaginación que provocaba terrores
nocturnos e insomnios que nadie notó. Un balcón con vista al bosque, a un árbol
enorme y las estrellas. Sobre todo, recuerdo las estrellas. En las noches
frías, extremadamente frías la neblina. Hablar con la señora Emma que me
explicaba las constelaciones y el pan de pueblo. El olor a leña de la chemenea
como ellos le decían. Recuerdo que me permitieron enterrar a Percy en su casa y
no regresar nunca. Quiero ir a su casa y llevarle flores a Percy.
No recuerdo
una comida en familia ni fines de semana tranquilos. No recuerdo cosas que
dicen viven las familias y ya no me importa no vivirlas. Busco, busco, pero no
sé qué busco.
Fotografía: Ian Berry
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