Catolicós
Por Virdiana Nárud
Mi padre
hablaba de Dios, de ser catolicós. Sí, con acento en la última “o”. Se
persignaba de manera compulsiva mientras manejaba y no hablaba de sus
sentimientos. Cuando mi abuelo murió, dijo: Mi madre me vistió de mujer por
llorar. Lloró y nos abrazamos. No fue hasta ese momento que supe que él y yo nunca antes nos habíamos abrazado. Él está lleno de culpas y soberbia. Ser catolicós implica lo universal
de la religión, así lo explicó el sacerdote a mi padre. Él como un dogma de fe
lo entendió, sin cuestionamientos, sin entender. El sacerdote olvidó decirle a mi padre que ser catolicós está lleno de culpa sobre la existencia.
La
universalidad de los catolicós ha destruido a distintos dioses encarnados
por personas, se hacen exterminios en nombre de Dios. ¿De cuál? El único
hombre que desafió a Dios fue castigado en “nombre de Dios” y fue crucificado junto a unos ladrones.
Algunos continúan esperando su resurrección. ¿Dónde quedó dios?
Los cátaros,
unos cristianos con ideas liberales respecto a dios, del sexo y quienes
disfrutaban del baño por el placer que causaba, fueron exterminados. En oriente
matan palestinos porque un libro milenario mal interpretado habla de la
tierra prometida para los judíos. Todo extranjero soñamos con la tierra
prometida.
Mi padre es
un recuerdo en mi memoria, su religión me habla y yo me digo que todo lo que él
me dijo es una estupidez. Soy el reflejo
de mi padre que habita las sombras de sus antepasados y su esencia en mí se manifiesta cuando no pienso. No soy libre de mí
porque nadie que conoce su esencia es libre de su incomprensión. Las
dudas se alejan, el azar nunca nos abandona. A veces me persigno cuando la angustia llena mi pecho de miedo. La unión del padre con el hijo es indivisible.
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