¿?

Es medio día. El aire quema, las suelas de mis zapatos se pegan en el pavimento  y los músculos de la garganta se cierran. Abro la boca en forma de una gran “O”. El oxígeno apenas circula. Respiro. No me quiero ir. La luna roja al poniente. El sol en el cenit. Los secretos abren paso y se revelan ante mí. La verdad transita, es muda y se revela. Las voces en el aire susurran lo impronunciable. El aire quema. Me detengo.
La piel cae, yo caigo. ¿La noche? ¿El aire frío? ¿La paz? ¿Los sueños? Quiero dormir. Espero el sueño. El insomnio no permite conocer la otra realidad. Necesito dormir. La piel se estresa, los poros se dilatan y la belleza se arruina. Las arrugas en el rostro revelan mi esencia, no las puedo ocultar. No puedo ocultarme de mí frente al espejo. Cubro con mis manos mis ojos, mi cuerpo, mis extremidades me ocultan de mí misma. No quiero verme. Estos tres años... Estos tres años… ¿Quién reza por ti? ¿Quién rezará por mí? El cuerpo extendido, el último suspiro… escalofrío. ¡Está vivo! Grita. Que en paz descanse. 
Guardo silencio y la garganta se me cierta y el llanto se detiene en mi nariz y no lloro. El tiempo se detiene. ¿Las tinieblas?



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En el cenit la claridad no nos permite conocer la oscuridad. El calor quema. Me pregunto si ese gran sueño que se persigue se hace realidad. Busco, busco y sólo en la soledad encuentro tranquilidad. Escucho las voces, la rabia, la desesperanza; toco los cuerpos fríos sin emociones. Todo dentro de mí, nada fuera de mí. ¿Cómo deshacerme de mis propios sentimientos?

                                                                                                             ¿Las tinieblas?




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