Obsesión


Por Viridiana Nárud

Te convertiste en mi obsesión. No sé cómo. Debería felicitarte. Mandarte una carta en agradecimiento por joder este momento de mi vida. Uno cree que ha madurado, que para su siguiente relación ya no habrá locura ni arrebatos. Todo será tan tranquilo y lleno de caricias placenteras que no conocerá la desesperación que envuelve a los amantes. Una evolución del amor jamás vista. Sólo se necesita que un bastardo hijo de puta aparezca en tu vida y todo el trabajo de meses, de una vida, acabe en ese instante.

¿Sabes? Te recuerdo y ni siquiera sé por qué. Pienso en ti mientras escribo; escribo esto por ti y no quisiera. Yo lo que en verdad quiero es vomitarte y decirte cuánto me has hecho encabronar; después, limpiarte y curarte de todos tus miedos y besarte tiernamente. La verdad, me desagradas. Eres miedoso, no hablas, no enfrentas tus miedos, eso sí, eres jodidamente hermoso, sublime. Tan así lo creo que te he elevado una escala en la vida de un hombre, te he creído Dios. Todo en ti me parece divino. Sí, también tus defectos.

He hablado de ti con mi madre, dice que ella sintió lo mismo cuando tenía doce años y yo tengo treinta. Me siento estúpida. Debería bórrate de mi memoria como lo has hecho tú de mi vida. Dejar de ponerte voz, de charlar contigo en el silencio y pensar cuál sería el próximo autor que quiero que leas. Debería hacer muchas cosas para borrarte de mi memora, lo más absurdo es que las hago y aquí sigo, pensando en ti. Eres una patraña.


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