Antonio

Por Viridiana Nárud

Fuimos un fracaso. Hablamos, cogimos sin vernos a los ojos. ¿Cómo es posible que pueda recordar tu aroma y no el color de tus ojos? Eso es lo que me pregunto mientras trato de recordarte. ¿Era pudor? Me detuviste en la esquina de la avenida, los autos de la noche transitaban, me tomaste de las manos e intentaste obligarme a verte. Sólo pude distinguir tu entrecejo y reír a carcajadas. Dijiste cosas que sólo se dicen los amantes. Cosas que guardo en mi memoria. Dejé de reír como ordenaste, de hecho, dejé de hacerlo por mucho tiempo.

¿Por qué será que algunos amantes sabemos tan poco de alegrías? Sólo quería perderme en el vacío de tu calor, cerrar los ojos y olvidarte al despertar. Pero existen personas que dejan una huella sin desearlo y se convierten en habitantes fantasmas del corazón. Como tú Antonio. Quienquiera que fuera yo, no importó.  Quienquiera que fueras tú, tampoco. Guardo tu nombre en mi memoria aunque muchas veces te advertí que habría de olvidarrlo.  
 


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