Sobre la pasión de escribir

 Por Viridiana Narud

El mundo arde en las llamas del inconsciente. La razón gobierna una diminuta parte de nuestra existencia. Se dice del inconsciente que sólo deja de serlo cuando se vuelve consciente, sin embargo, una profundidad más oscura cubre el manto de la razón y nuevamente andamos a ciegas.  La psique quedó bien expresada en ese laberinto el cual nos dibujó Jung. ¿Qué pasa cuando ignoramos sus señales de alerta?

Dice Cerati que el fin de la pasión es que lo oculto se vea, sobre la intensidad. Dice Sloterdik, que sólo el verdadero conocimiento, aquel que mueve es intenso. ¿No existe un prejuicio ante la intensidad? En el I ching está escrito que sólo quienes pueden ver las cosas de manera distinta son aquellas que son fuera de serie. ¿Estamos seriados?

Leer y escribir, escribir y leer un oficio que hace preguntar a las personas el para qué o por qué. ¿Podría un escritor escribir sin obsesionarse de sus pasiones? ¿Sin ver dentro de sí mismo? ¿Sin ensoñaciones o sin emoción? Seguramente existen muchos que no lo hacen, esos son los seriados, sólo describen de manera superficial la vida y no su existencia. Escriben con la promesa de que la próxima va a ser mejor y sus seguidores acuden a ellos bajo esa promesa, pero no conocen el éxtasis de escribir y conocer un nuevo mundo.

El placer se encuentra relacionado al dolor y su expresión más clara es en la sexualidad de los cuerpos. Esa perdida de control que nos eleva, que nos hace perder la apariencia y nos hace decir aquellas cosas que callamos por vergüenza.

Abrir, desgarrarse, abrir la entraña, arder en dudas y no tener una sola certeza, estar dispuesto a dar la vida sin la promesa de renacer o ser mejor algún otro día, eso es la pasión de escribir. La pretensión es sólo para los mediocres, pero en la vida es ser. Lo tibio no es lo uno ni lo otro.

El alma arde y sólo las palabras pueden detener su fuego. Arde, aquí todo arde.

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