Fuego bobo
A él...
Por Viridiana Nárud
Sola, casi a oscuras, mientras el humo del cigarro se encierra
en mi departamento, veo desde mi ventana esa ciudad diminuta llena de deseos y
anhelos sin vivir. Esta panorámica nocturna encierra recuerdos. Aniquilo la
emoción. Quiero convertirme en eso: en algo común y ordinario.
Nunca había conocido a un hombre tan incapaz e indiferente
a sus propios deseos. Sus odios eran dos y no cambiaban conforme pasaban los
años. Ahora ese hombre me resultaba lejano y su tristeza ajena. Puedo mentir
acerca de mis creencias a su persona, en realidad nunca lo conocí. La mente crea
pequeños oasis de deseos que se proyectan en determinadas personas. ¿Por qué?
Es una pregunta que dejó de interesarme contestar.
Supongo que la vida tiene impúdicos deseos que nos hacen
querer anhelarla, mantenernos aquí, sin embargo, la indiferencia gana y lo que
habita en este mundo son sólo cuerpos llenos de carne, huesos y mierda. El alma
es un concepto viejo y pasado de moda. Las pasiones resultan vulgares y los
sentimientos un estovo para nuestro objetivo. ¿Cuál es el objetivo?
Desde mucho tiempo atrás tengo en mi conciencia que es
necesario aniquilar toda emoción en mí, que la fe es peligrosa y que el hambre
que provoca nada puede saciarla. Pronto, este mundo arderá y podré ver desde mi
ventana esos cuerpecitos vacíos convertirse en antorchas que iluminan y arden
en la noche.
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