Ella no lo sabe

Por Viridiana Nárud 

Fue una casa. Modesta en todos los sentidos. Vivieron una bebé, una mujer y un hombre. Fueron una familia. Los muebles eran viejos, demasiado para soportar que la gente se sentara en ellos. Lo único que se escuchaba dentro de esa casa era el llano de una bebé, por eso los vecinos supieron que estaba habitada. Los dueños de esa casa habían muerto años atrás. Un accidente en carretera. Cuando Daniel se enamoró de Natasha creyó que podían irse a vivir ahí. La zona era céntrica y el panteón estaba cerca.

Daniel creyó que al enamorarse podría salvarse.  Cuando Natasha le habló de su embarazo le propuso separarse. No lo necesitaba. Daniel se hincó frente a Natasha en medio de la Plaza, sacó del bolsillo izquierdo de su saco café, un sencillo anillo con un diamante diminuto, la herencia familiar era  pequeña, pensó Natasha. Aceptó por vergüenza.

Se mudaron en Julio, las lluvias de la ciudad sólo dejaban al descubierto las goteras de la casa. Natasha obligó a Daniel a pedir un préstamo, la niña necesita dormir en un lugar tranquilo. La deuda era mínima, pero agobiante para Daniel. Natasha destinaba el diez por ciento de su salario para la deuda. No es suficiente, Daniel. Le decía cada mes para obligarlo a trabajar.

Una noche, después de una larga pelea en donde Daniel amenazó con quitarse la vida por decima ocasión, Natasha supo que era momento de divorciarse. Era más seguro dormir en casa de su madre que con aquel hombre. Tomó todos los papeles y los guardó en una maleta. Durmió junto a Vianka. Al despertar la niña ya no estaba. Buscó en toda la casa. Daniel se había ido.

El Ministerio Público le dijo que era obligatorio que, al menos, pasaran veinticuatro horas de la desaparición. Natasha sabía que esas eran las únicas horas que tenía para encontrar a su hija viva. Habló con su madre. Juntas fueron a la casa del hermano de Daniel, Vladimir

¿Por qué Vladimir las obligó a salir de su casa cuando supo que Natasha estaba casada con su hermano? Natasha no podía ver con claridad las cosas, la realidad era confusa. Nadie te prepara para eso llamado vida.

Todos decían que ella era responsable. ¿Cómo podría serlo? Se preguntaba. Es claro, él en todo momento te dio señales. ¿Cuáles? Se preguntaba. Natasha estaba convencida que esa mañana tomaría sus cosas, sus papeles y se iría para siempre de ahí. ¿Por qué no pudo sentir cuando Daniel tomó a Vianka de sus brazos? ¿A caso ella deseaba quedar sola? ¿A caso tenía un oscuro secreto en donde deseaba ver muerta a su hija? Pero si ese era su deseo inconsciente, ¿por qué se sentía tan mal? ¿Por qué tendría que ser responsable de dormir unas horas antes de irse? ¿Por qué ignoró las señales?

Natasha perdió el trabajo y la razón. Pasaban años y ella comenzó a dejar de recordar lo que había pasado aquella noche. Tomó una muñeca de la recámara de Vianka y la nombro Patricia. Decía que se había casado con un príncipe muy bueno quien la salvó de todo lo malo, como fruto de ese amor nació Patricia, la eterna niña. El Príncipe estaba en casa porque se encontraba matando dragones para que no atacaran la ciudad.

 Natasha no supo que aquella noche Daniel tomó a Vianka y la llevó al panteón junto a la tumba de sus padres. Pasaron veinticuatro horas antes de que tomará la decisión de colgarse junto a su hija. Natasha no sabe que Daniel fue abusado por su hermano y padre cuando era niño. Ella no sabe que Daniel esperó a que llegara y entregarle a Vianka. Natasha se casó con un desconocido que mintió en todo momento. Ella no sabe, ¿cómo podría saberlo? que el cuerpo de su hija se encuentra colgado en un árbol en el cementerio que está junto a su casa.


Foto de Gilles Peres


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