Recuerdo #1
Por Viridiana Nárud
Más de una vez me sentí
diminuta ante el silencio espectral en casa. La música estaba prohibida aunque
mi madre nunca fue determinante al respecto. Por favor apaga eso. Como un fantasma recorro los pasillos de esa
casa, recuerdo las noches y el cielo estrellado; los árboles de tejocote, los
alcatraces y el ciruelo del que me alimenté. Recuerdo una noche junto a mi
padre y una linterna en mano. Ahí vine la
neblina y ésta se deslizó suave en el bosque hasta la puerta de la casa. Fueron
más veces las que estuve recostada en el pasto frío que en el sofá de la sala.
Recuerdo muchas cosas en
donde el silencio es el protagonista. Como la tristeza de mamá y su incapacidad
de sacarla de su pecho. Recuerdo aquel día que llegamos a casa y nos dijeron
que en el baño de visitas había muerto la dueña de la casa. Al parecer, su amor
le engañaba más de lo que su corazón pudo soportar y se desplomó mientras
lavaba su cara. Sus cenizas fueron esparcidas en los rosales de la entrada. No
he visto rosales más hermosos. Cuando murió mi mascota regresamos a esa casa.
La nueva dueña mandó a quitar los rosales y colocó unos fríos pinos en la
entrada. Las estaciones siempre nos cambian.
Siento las vibraciones de
la música recorrer mi cuerpo y explotar en mi pecho. Las sensaciones me hacen recordar
y digo pobre mamá que se perdió en una
pasión infértil. Tardamos en comprender que el conocimiento es amor y que
es necesario escuchar la voz del otro para conocer su corazón. Los ojos no
mienten pero estamos acostumbrados a mantener la cabeza baja y no ver al
horizonte. Ese amor que enmudeció mi hogar nunca fue amor. Lo supe cuando lo
conocí.
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