El hombre del mañana
Viridiana Nárud @viridianaeunice
El hombre del mañana espera toda su vida el momento
perfecto para hacer lo que siempre quiso. Espera a terminar la carrera que sus
padres le obligaron a cursar para después estudiar la ha que siempre quiso;
aunque se vea sumergido en un doctorado y un trabajo que, cuando se
retire, se dice a sí mismo, le va a dar la oportunidad de hacer sus sueños
realidad; también espera a que esa persona que no ama, se marche algún día,
aunque en ese mañana se le escapen unos cuantos espermas, tenga unos cuantos
hijos, unos cuantos amantes y una muerte a su lado. Esperamos el mañana para actuar algún día,
para fantasear con los hubiera e imaginarnos a la persona que en realidad
queremos a lado de nuestra cama, desnuda, mientras acariciamos una piel sin
química y sin deseo.
La vida no perdona y se mantiene muda ante los errores
que causan el mayor dolor del hombre; es más, ni siquiera en esas horas de
absurda fe, de negras noches en donde cree que el amanecer se encuentra lejano,
Dios responde. Los silencios han hecho cometer una serie de diatribas contra la
vida, incluso, contra ese Dios moribundo al que se le golpea esperando una
señal de vida. Sin embargo, a pesar de los miles de años de la existencia de la
humanidad el hombre sigue cometiendo los mismos errores, como si tras de él no
hubiera una historia de mártires que han dado su vida en favor de la libertad,
de la libre elección, como si continuáramos echados en el regazo de nuestra
madre, sin cortar nuestros lazos, en espera de que un espíritu nos diga qué
hacer y cómo, y sólo así, enfrentar la incertidumbre del vivir diario.
¿Tememos tanto al vacío como para pretender que existe
alguna certeza ante la vida? ¿A caso la existencia es una fórmula resuelta? Naces,
creces, haces dinero (debes dinero), te reproduces y mueres. Como si el vínculo
de la imaginación con la vida no existiera y nos arrojara a un destino certero,
pero defectuoso. Sin pensar si quiera, que la imaginación arroja a la libertad en
su estado más puro y que la incertidumbre es protagonista de la creación.
Podrán encerrar a Julius Fucík, pero siempre habrá un carcelero dispuesto a
arrojarle tinta y hojas para escribir la verdad. La estreches física no se encuentra
relacionada con la expansión del espíritu y su necesidad de búsqueda.
Cuándo entenderemos que la fantasía fáustica del
encuentro con Mefistófeles es simple y mera ficción. ¿Seguiremos repitiendo esa
fórmula que esconde las mentiras y engaño infinitamente? ¿Seguiremos deseando
ser infieles en pos de una falsa verdad? El hombre del mañana espera a verse
libre de cadenas invisibles, que el mismo ha creado para mantenerse en un
espacio “seguro” que lo aprisiona y le roba toda capacidad soñar, porque de
los sueños nada sabe. Muere sin entender que son de Júpiter y que él los envía, y en otro lugar que se han de creer.[i]
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