Sobre la sombra
Por Viridiana Nárud
Escribo como una compulsión, una necesidad absurda de silenciar las voces dentro de mí. Las palabras dictan: Escribe esto o aquello… Estoy harta, a veces creo que soy una escritora de mierda, que jamás podré superarme a mí misma. ¿Para qué escribir en este mundo de ciegos que aman la mierda perfumada? Porque la realidad es que nadie soporta el pestilente aroma de la verdad.
Escribo porque no sé hacer nada mejor, porque de no hacerlo me apago lentamente. Mis palabras son crueles, oscuras y revelan el horror del alma, el horror del amor no vivido, el de la impotencia de no vivir.
De niña crecí rodeada de relatos amargos. Mi abuela era una excelente narradora, me hablaba de su infancia, los inventos que su padre había hecho y cómo nadie reconocía su inteligencia. Lo cierto es que detrás de las mentiras de mi abuela mi bisabuelo había sido un hombre débil, llorón y alcohólico, jamás tuvo que decirlo para que yo lo supiera. Las palabras no enuncian lo que dicen, enuncian el secreto de lo que se oculta. Doble significado.
Recuerdo sentarme junto a mis tías y escuchar todas las historias de abusos sexuales alrededor de ellas, de mis primas. Recuerdo cómo mi tía narraba los golpes que mi tío le daba hasta acabar con su columna. La azotaba contra el piso, una y otra y otra vez…
¿Quieres escuchar de mí palabras dulces, poemas con rima y que hable del color de tus ojos? No conozco esas palabras. Puedo hablar de lo que ocultan tus ojos, de su sombra en ellos, de lo que dijiste y me permitiste ver sin saber que yo vería.
No soporto la normalidad porque lo único que es norma es la oscura sombra que gobierna sus vidas. No soporto la superficialidad porque oculta la profundidad.
Quisiera abrir mi pecho, sacar las palabras que me queman y sofocan. Las siento como el deseo. Quisiera salir de mi cabeza, dejar que estas ideas no volvieran. Ser normal, hablar de marcas, inventarme una vida y ver en el matrimonio mi máxima realización. Pero no es y no será.
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